La Identidad Fracturada del asesino en serie

Un interesante enfoque, incluso del antecesor del Dr.Hare en el estudio de los psicópatas, el Dr. Hervey Clekley– quién tituló su trabajo clave “La Máscara de Cordura”– es la propuesta de una personalidad escindida, oculta o extraña al sujeto, es decir, de la existencia de los siempre evasivos fenómenos disociativos. Los propios asesinos en serie nos lo han contado y, aunque ya sabemos que resultan difíciles de  creer, no podemos obviar sus palabras.

“Un momento después, yo simplemente no podría decir si ya la había apuñalado o aún estaba rajando su abrigo. Yo no quería robarle su dinero ni violarla. Lo único que iba a hacer era matarla. Nada más”

David Berkowitz (El hijo de Sam).

Ted Bundy
Theodore «Ted» Robert Cowell Bundy (1946 – 1989)

“Una parte de mí permanecía siempre escondida”. Había algo muy dentro de mí, algo que no podía controlar”.

Ted Bundy. (Bundy lo llamaba el ente).

No es raro, por ello que, recientemente, autores serios, muy reconocidos en el ámbito académico, hayan propuesto (1) este hecho como un factor nuclear en la psicopatología de los asesinos en serie, llamando a su artículo “Fractured Identity Syndrome. A new Theory of Serial Murder.” Explican cómo, tras sufrir abusos o agresiones en la infancia, el criminal puede sufrir una fractura en su personalidad, que le sirve para defenderse, protegerse y sentirse seguro en medio de un ambiente muy adverso.

Destacan cómo un asesino en serie en prisión, que no identifican, habla así:

“Rápidamente fui consciente de mi lado oscuro, la parte de mi personalidad que deseaba la destrucción de la vida humana. […]Mi bestia no aceptaría una víctima diferente a la elegida salvo que no la hubiese alimentado durante un largo periodo de tiempo”.  Otro criminal múltiple declaraba; “Me desperté esa mañana sabiendo que iba a matar. Era esa sensación de hambre terrible y rabiosa que me estaba devorando vivo. Eso, mi sombra, demandaba una ofrenda.”  

Evidentemente, podríamos pensar que “el otro” es sólo una forma más de evadir la responsabilidad por parte de unos asesinos muy manipuladores, pero hay datos que recoge una interesante revisión llamada “Disociación y Violencia” que demuestran que hay una mayor prevalencia de trastornos y fenómenos disociativos entre los presos más agresivos, e incluso entre los policías que han estado envueltos en situaciones muy violentas. Plantea que la disociación podría ser, inicialmente, un  mecanismo adaptativo cerebral para evitar el daño emocional que podría sufrir una persona al exponerse a violencia extrema (el Síndrome de Estrés Postraumático, por ejemplo).

En algunos casos, como los asesinos en serie, podría ocurrir un cierto control o búsqueda del fenómeno disociativo durante los episodios violentos o, como planteaba Holmes, una fractura en la personalidad que les hace simular ser lo que no son, hasta que no pueden controlarlo más y dejan salir su-verdadero- ser. De esa forma, sólo las víctimas conocerían la auténtica personalidad del asesino, para quien ellas sólo tendrían sentido después de matarlas, una vez han conocido su verdadero Yo (oculto) y han recibido su “firma”.

Está demostrado que los diferentes “otros” de los pacientes con Trastornos Disociativos, escriben de forma diferente a la del host o personalidad principal del paciente; diferencias muy superiores a las del paso del tiempo en una misma persona e incluso en ocasiones, diferencias equivalentes a las que mostrarían personas distintas.  Las características de cada personalidad corresponderían a diferentes modos de escritura que, aunque puedan compartir características comunes, no corresponden a un disfraz voluntario de la escritura. En la imagen, la primera es de la personalidad original (Ruth),  la segunda (Ruthie) es un “otro” maligno y la tercera (Hope) es de un “otro” protector, todos ellos coinciden en su contenido con los roles que el terapeuta conocía de la paciente, en la que existían otras cuatro personalidades más.    

Prueba de escritura: Ruth, Ruthie y Hope
Prueba de escritura: Ruth, Ruthie y Hope

Quizá, en un contexto disociativo estimulado por el órgano extraído a su última víctima, un hombre escribió en octubre de 1888 una carta terrible, desde el infierno. En ella reivindicaba su autoría criminal -durante un mes en el que no pudo dar rienda suelta a la bestia que llevaba dentro- y mediante el envío de medio riñón y la amenaza de remitir su cuchillo, demostraba que todas las demás cartas eran sólo fraudes que no merecían quitarle protagonismo.

Probablemente por su confusa identidad y aunque sí escribió la palabra “Firmado”, no fue capaz de poner ningún nombre debajo, sino sólo un desafío “Atrápame si puedes”.

La firma la pondría días después, al amanecer, en una triste habitación con el número 13 dónde una chica de  25 años, según cuenta la leyenda, acababa de colgar la reproducción barata de un cuadro dedicado a una pérdida irreparable, “A Hopeless Dawn”.

A Hopeless Dawn (Amanecer sin esperanza). 1888. Frank Bramley. Óleo sobre lienzo.
A Hopeless Dawn (Amanecer sin esperanza). 1888. Frank Bramley. Óleo sobre lienzo.

Yours truly,

Leonardo Ende.


(1) Holmes ST, Tewksbury R, Holmes RM. Fractured Identity Syndrome: A new theory on serial murder. Journal of Contemporary Criminal Justice 1999. 15 (3):262-272.

(2) Moskowitz, A. Dissociation And Violence: A Review Of The Literature. Trauma, Violence, & Abuse, , 2004. Vol. 5, (1):21-46

(3) Yank, JR. Handwriting Variations In Individuals With MPD. Dissociation 1991, Vol. I, No.1: 2-12.

(4) Handwriting Examination: Can It Help In Establishing Authenticity In Dissociative Identity Disorder ?. Dissociation 1997, Vol. 10, No.2:114-119.

Un Riñón desde el Infierno

La carta con los máximos visos de verosimilitud fue la que llegó, en una caja de cartón, el 16 de octubre al empresario George Lusk, presidente del Comité de Vigilancia de Whitechapel, formado por ciudadanos que patrullaban las calles en ayuda de las fuerzas policiales. El paquete de cartón contenía, también, la mitad de un riñón humano conservado en destilados y según la carta adjunta, remitida «desde el infierno», el resto de la víscera se lo había comido frito el autor de la carta que, de manera llamativa, no la firmaba Jack The Ripper.  

From Hell, a Mr Lusk
From Hell – Desde el Infierno

From hell

Mr Lusk

Sor

I send you half the

Kidne I took from one women

preserved it for you tother piece

I fried and ate, it was very nise. I

may send you the bloody knif that

took it out if you only wate a whil

longer.

signed

Catch me when

you Can

Mishter Lusk”

Los detractores de esta carta, argumentan que era la broma de algún estudiante de medicina porque alguna de las declaraciones hechas a la prensa por los médicos de la época que examinaron el medio riñón, indica que estaba demasiado «fresco» para ser de Eddowes. No obstante, existen múltiples circunstancias que me llevan a la convicción personal de que aquella era, efectivamente, la mitad del riñón de Eddowes y la carta era genuina.

El Dr. Openshaw, patólogo del Hospital de Londres que examinó el riñón en primer lugar junto con el Dr. Reed, a quien Mr. Aarons un ayudante de Mr. Lusk, había llevado la pieza para decidir si podía ser o no un asunto serio; le hizo a su colega unos comentarios desde su experto punto de vista. Una referencia de lo dicho por el  Dr. Openshaw al Dr. Reed, tal y como lo declaró a la prensa Mr. Aarons para justificar haber llevado el paquete con la carta y el medio riñón a la policía, se publicó el día 19 de octubre de 1888 en el Times, el Daily Telegraph y el Star,  indicando:

  1. Que el medio riñón era humano, izquierdo, había sido conservado en destilados durante un tiempo difícil de determinar, aunque podría ser de las tres semanas trascurridas desde el asesinato de Eddowes.
  2. Que era de una mujer, adulta y de mediana edad, que estaba enferma de una variante de la Enfermedad de Bright (nefritis o glomerulonefritis) llamada en inglés “Ginny Kidney” por relacionarse con el alcoholismo.

Aunque al día siguiente publicó el Star una entrevista con Openshaw en la que éste matizaba lo publicado el día anterior, indicando que sólo podría afirmar que se trataba de la mitad de un riñón izquierdo humano; hay que entender que el caso estaba ya en manos de la policía y que ésta no tenía el menor interés en darle publicidad al riñón y aún menos a  su autenticidad. En ese sentido, el Inspector James McWilliam, de la Policía de la City de Londres, escribió en su informe al respecto del riñón, que había sido examinado por el Dr. Gordon Brown, cirujano de la Policía: “Se están realizando  todos  los esfuerzos posibles para rastrear al remitente, pero no es deseable que se dé publicidad a la opinión del doctor ni a las acciones que, en consecuencia, se están llevando a cabo”.

Debemos hacer notar aquí dos detalles; que el riñón le fue entregado al  Dr. Gordon Brown de la Policía de la City y no al Dr. Bagster Phillips, de la Policía Metropolitana. El único asesinato del destripador cometido en la zona bajo jurisdicción de la Policía de la City era, precisamente, el de Eddowes, cuyo riñón izquierdo había sido extirpado. El mencionado Dr. Gordon Brown, en su autopsia de Eddowes, realizada antes de recibirse el paquete, ya  indicó que el riñón derecho mostraba signos macroscópicos de enfermedad (congestión de la base de las pirámides renales). Dado que el informe de ésta autopsia no se había hecho público aún en la fecha en la que apareció en la prensa la posibilidad de que el medio  riñón enviado estuviese enfermo, es evidente que ésta circunstancia no podría nunca ser una invención de Mr. Aarons, sino algo que realmente le hubiese dicho el Dr. Reed, atribuyéndolo al Dr. Openshaw.

Por último, el que fuese Comisario en  funciones de la Policía de la City en la época de los asesinatos, Sir Henry Smith aporta algunos datos más en sus memorias:

La arteria renal mide tres pulgadas. Dos pulgadas permanecieron en el  cadáver, una pulgada permaneció unida al riñón. El riñón  del cadáver presentaba un estadío avanzado de la enfermedad de Bright; el riñón  que me fue enviado se encontraba en un estadío exactamente igual. Pero lo más importante de todo, Mr. Sutton, uno de los cirujanos de mayor prestigio del Hospital de Londres…y que era una de las mayores autoridades vivas sobre el riñón y su patología, dijo que apostaría su reputación a que el riñón que les había sido enviado  había sido introducido en alcohol a las pocas horas de su extracción del cadáver.

Plano Policial

Este último aspecto es especialmente relevante porque descartaría, por una parte, que el riñón proviniese de una sala de disección, donde habría sido incluido en formalina y no en destilados, y por otra que hubiese sido un riñón tomado de un cadáver fallecido de muerte violenta, ya que en estos casos es preceptivo en los países de tradición jurídica anglosajona la realización de un proceso llamado “Inquest” en el que un representante de la Corona (llamado por ello “Coroner”) y el  jurado deben establecer, en base a los testimonios y pruebas disponibles, si la muerte fue natural, accidental o criminal.

Ese proceso hubiese retrasado más tiempo la disponibilidad del cuerpo, salvo para el asesino o el médico que hiciese la autopsia.

Yours truly,

Leonardo Ende


(1) Jack El Destripador: Cartas Desde El Infierno. Stewart P. Evans, Keith Skinner. Jaguar Books (January 2003)  

Las cartas de Jack el Destripador, una marca de éxito.

Uno de los aspectos más interesantes del caso es el de las cartas, presuntamente del asesino, recibidas por la policía o los medios de comunicación y que le sirvieron para acuñar un “nom de guerre”. De hecho, antes del doble evento, el asesino ya fue conocido como «Delantal de Cuero» (Leather Apron) tras las declaraciones de algunas prostitutas sobre un agresor habitual y el delantal que se encontró en el patio dónde apareció el cadáver de Dark Annie.

«Dear Boss»

Carta de Jack el Destripador, "Dear Boss"
«Dear Boss», primera carta donde aparece la firma «Jack el Destripador»

El 29 de septiembre llegó a Scotland Yard una misiva que, dos días antes, había sido recibida por la Agencia Central de Noticias (Central News) de Londres, fechada el 25 de septiembre y escrita con tinta roja. Tanto sus primeras palabras “Dear Boss” (que le han el dado nombre a esta carta, que actualmente se conserva en el Museo Negro de Scotland Yard) como su  firma, que han tenido mucho que ver con la leyenda por la que este Caso ha pasado a la historia; han sido usadas como un símbolo de los crímenes, a pesar de que actualmente no se considera que fuera enviada por el asesino, sino que se le atribuye a unos emprendedores periodistas.

Dear Boss,

I keep on hearing the police have caught me but they wont fix me just yet. I have laughed when they look so clever and talk about being on the right track. That joke about Leather Apron gave me real fits. I am down on whores and I shant quit ripping them till I do get buckled. Grand work the last job was. I gave the lady no time to squeal. How can they catch me now. I love my work and want to start again. You will soon hear of me with my funny little games. I saved some of the proper red stuff in a ginger beer bottle over the last job to write with but it went thick like glue and I cant use it. Red ink is fit enough I hope ha. ha. The next job I do I shall clip the ladys ears off and send to the police officers just for jolly wouldn’t you. Keep this letter back till I do a bit more work, then give it out straight. My knife’s so nice and sharp I want to get to work right away if I get a chance. Good Luck.

Yours truly

Jack the Ripper

Dont mind me giving the trade name

PS Wasnt good enough to post this before I got all the red ink off my hands curse it No luck yet. They say I’m a doctor now. ha ha”

La policía cometió el error  de publicar reproducciones de la carta, en panfletos y en los periódicos, esperando que alguien reconociese la caligrafía y pudiese aportar alguna pista sobre el asesino, con tres consecuencias a cual peor; se extendió el clima de terror, se recibieron centenares de cartas semejantes y se asumió que las cartas las había enviado el asesino, con todo lo que ello podía significar.

La postal “Saucy Jacky”

Postal de Jack el Destripador "Saucy Jacky"
Saucy Jacky, postal recibida tras el doble evento.

El lunes, tras la noche del sábado en la que ocurrieron las muertes de Elizabeth Stride y Kate Eddowes, se recibió en la Central News una tarjeta postal, con la misma caligrafía de la carta, y conocida como “Saucy Jacky” en la que se hacía referencia tanto al doble evento, como a la carta previa «Dear Boss». Ambas piezas se consideran mayoritariamente hoy por los investigadores, una obra maestra, cuidadosamente manuscrita por un «emprendedor reportero» y cuyo guión procedería, precisamente, del entonces Jefe de la Agencia Central News.

“I was not codding dear old Boss when I gave you the tip, you’ll hear about Saucy Jacky’s work tomorrow double event this time number one squealed a bit couldn’t finish straight off. ha not the time to get ears for police. thanks for keeping last letter back till I got to work again.

Jack the Ripper”

Yours truly,

Leonardo Ende.

Perfilando la mente de un asesino

La idea de predecir características de un criminal estudiando su aspecto y comportamiento es ya antigua, y desde Césare Lombroso y su obra “L’uomo criminal” publicada en 1876, se le propone una base científica.

Ilustración L´uomo criminal, Césare Lombroso
Ilustración L´uomo criminal, Césare Lombroso

Cuando publica su libro “El delito, sus causas y remedios” sus ideas, basadas en la frenología descrita por Joseph Gall un siglo antes, acerca de una predisposición al crimen heredable y  observable en ciertos rasgos físicos o fisonómicos de los delincuentes (asimetrías craneales, determinadas mandíbulas, orejas, arcos superciliares, etc.) eran ya conocidas en toda Europa y habían cosechado tan buen número de defensores como de detractores.  Mientras que la escuela francesa,  que acude a los Congresos de Antropología Criminal, iniciados en Roma en 1885 y en los que la Escuela Positiva de Lombroso, obtuvo un gran éxito; se vuelca en las causas sociales del crimen,  en Francia se desarrolla, mediante el razonamiento estadístico aplicado a las características físicas, el llamado método Bertillon de Antropometría Criminal.   

Así, desde un principio se estableció un soporte psicobiológico para las teorías acerca de la base constitucional de  la conducta criminal como contraposición a las  teorías metafísicas que, desde Rousseau ponen el acento en las circunstancias ambientales. Esa misma dicotomía es hoy de aplicación para el debate moderno acerca de la situación más claramente relacionada con la conducta violenta, la psicopatía. En palabras de uno de los mayores expertos en el tema, el Dr. Robert Hare:

Muchos investigadores, clínicos y escritores usan indistintamente los términos psicópata y sociópata. Por ejemplo, en su libro El silencio de los corderos, Thomas Harris describe a Hannibal Lecter como un «sociópata puro», pero el guionista de la película prefiere llamarlo «psicópata puro». A veces, se usa el término sociopatía porque es menos probable que se confunda con psicoticismo o locura que la palabra que usamos nosotros: psicopatía.

En su libro The Blooding, Joseph Wambaugh dice de Colin Pitchfork, un violador y asesino inglés: «[…] es una lástima que el psiquiatra no usase en su informe el término «sociópata» en vez de «psicópata», porque este último provoca cierta confusión. Creo que todo el mundo que tuvo algo que ver con el caso confundió la palabra [psicópata] con «psicótico»». En muchos casos la elección del término refleja la visión del profesional de los orígenes y determinantes de este síndrome (o trastorno) clínico. Por consiguiente, algunos clínicos e investigadores, así como la mayor a de sociólogos y criminólogos, que creen que el síndrome está forjado por entero de factores sociales o experiencias infantiles prefieren el término «sociopatía», mientras que aquellos —incluido el autor—que entienden que también contribuyen elementos biológicos, psicológicos y genéticos usan el término «psicopatía». Un mismo individuo, por lo tanto, podría ser diagnosticado de sociópata por un experto y de psicópata por otro.”

Una de las principales características de los psicópatas, tal y como los define la Hare Psychopathy Checklist en su última versión revisada (PCL-R) es su eficacia para predecir en ellos una alta probabilidad de recidiva violenta y es que la alta probabilidad de repetición, del comportamiento criminal con una marcada dificultad para la reinserción social del sujeto, es inherente a la condición del criminal psicópata. Esto no ocurre de la misma forma en el caso del diagnóstico de Trastorno de Personalidad Antisocial según DSM-IV, que resulta menos predictiva de dicho riesgo.   

Por ello, la prevalencia del diagnóstico de psicopatía entre los asesinos en serie es muy elevada (cercana al 90%) así como la coexistencia de criterios de otros síndromes, como por ejemplo el Trastorno Sádico de la Personalidad tal y como lo define el Apéndice del DSM-III R estaría presente en más del 85%.

El asesino de Whitechapel que conocemos como “Jack The Ripper” era un psicópata varón, tal y como indican los testigos, que vieron a las víctimas acompañadas poco antes de los asesinatos y como se deduce del uso de la  fuerza que tuvo que hacer el asesino para asfixiar a sus víctimas y para realizar los cortes y mutilaciones ( como ya comentamos en la entrada sobre «Modus Operandi, firma y escenario»). Era, además, un hombre entre 25 y 45 años, de apariencia algo desaliñada pero correctamente vestido, según los mismos testigos y a pesar de las variaciones entre sus declaraciones. En mi opinión, de sus acciones se deduce que era un asesino organizado (al menos parcialmente), capaz de conocer las rutas y horarios de las batidas policiales, de engañar a sus víctimas para que lo llevasen  a un lugar apartado y de huir después de una zona densamente vigilada, a menudo con “trofeos” extraídos de sus víctimas. Una reciente revisión del caso, ha aportado incluso un retrato robot del asesino que reproducimos, si bien es dudoso que hubiese datos suficientes para realizarlo por las declaraciones de los testigos.

Jack el destripador, retrato robot
Jack el destripador, retrato robot

Demostró una evidente habilidad con el cuchillo, trabajando a oscuras y con mucha prisa; cortaba siempre los grandes vasos del cuello de sus víctimas, asegurando previamente mediante la asfixia unas mayores garantías de éxito en su tarea, la  extracción del útero de  Annie Chapman se realizó con un único corte de cuchillo e incluyendo el cérvix mediante la sección de la zona superior del canal vaginal,  el riñón izquierdo de Eddowes fue “cuidadosamente extraído” según la autopsia, seccionando vasos hiliares y ureter, los órganos de Kelly fueron extraídos individualmente, uno por uno.  Puede que fuese un  matarife, un  carnicero, un estudiante de medicina o incluso un cirujano; pero también puede que fuese simplemente un cazador furtivo de ciervos y que hubiese aprendido a destriparlos en el campo.

Evidentemente, resulto ser un asesino adelantado a su tiempo, la policía no disponía aún de la metodología científica y forense adecuada para poder detenerlo, si este mataba a desconocidas y no era atrapado “in situ” o huyendo. Pero hoy sigue siendo un caso especial, si no único. Sólo asesinó a prostitutas, probablemente por la mayor facilidad para conseguir la necesaria intimidad con ellas, aunque tampoco puede descartarse un móvil diferente (desde la obsesión religiosa propuesta por el Dr. Forbes Winslow  hasta el contagio venéreo mortal de la historia del Dr. Stanley pasando por los rituales de magia negra o la conspiración masónica movida por la Casa Real británica).

Ilustración, Escenaio del crimen
Ilustración, Escenaio del crimen

Del análisis del escenario, podemos concluir que dejaba a la mayoría de sus víctimas expuestas a la vista, mostrando para mayor degradación sus genitales  y mutilaciones, en posiciones determinadas por el asesino. Su firma incluía la marca del asesino sexual y sádico, aunque no hubiese signos de violación pre (aunque esto último hubiese sido difícil de demostrar y diferenciar de otros clientes)  ni post-mortem, ni se observó semen en el escenario. Utilizaba un gran despliegue de fuerza para obtener sensación de poder y control, mataba de forma rápida, silenciosa y eficaz y después se dedicaba a las mutilaciones, el componente principal de su firma y conocido como picquerismo, la obtención de placer sexual mediante el uso de un arma blanca (sustituto simbólico del pene) para  apuñalar, cortar o mutilar.  Esto es lo que le llevaba al encarnizamiento (“overkill”) cuya medida dependía del tiempo y las condiciones del asesinato. Así, Stride no sufrió mutilaciones además de ser degollada porque el asesino fue interrumpido por un vecino conduciendo su carro tirado por un pony al interior del patio escenario del crimen; frustrado el asesino en su excitación creciente y a pesar de la alarma policial de la zona, obtuvo una nueva víctima (Eddowes), a la que mutiló de forma severa el abdomen y la cara. La culminación, no obstante, se produjo con la muerte de Mary Kelly, como puede observarse en las fotos del crimen.

Esta firma es muy infrecuente, incluso cuando se compara con una amplia base de datos contemporánea de 3.359 casos de homicidio ocurridos en Washington entre 1981 y 1995.  

La obtención de trofeos de varias de las víctimas; úteros -cargados probablemente de significa

do para el asesino y que nosotros sólo podemos intuir sin oir su propia explicación-riñón y corazón, le permitirían fantasear posteriormente con los asesinatos para volver a obtener una excitación, que a su vez le conduciría a matar de nuevo como el toxicómano, con “craving” y síndrome de abstinencia de su droga.

Pero, además, si consideramos auténtico el contenido de la carta “From Hell”, el destripador añadió el canibalismo a su amplia lista de conductas criminales, comiéndose frito medio riñón de Eddowes, quizá tras comprobar que el útero de Annie Chapman era duro y difícil de comer. Es otra de las características del Serial Killer que hemos visto después tanto en la realidad (Andrei Chikatilo) como en la ficción (Hannibal The Cannibal) y que es interpretable como un “consumo”, en la época del capitalismo, remarcando la negación de la víctima como sujeto que pasaría a ser mercancía y el nacimiento de un nuevo “Yo”-consumidor y trasgresor- al que se le llama “postmoderno”.